lunes, 26 de junio de 2023

BORRASCAS: LA MORALEJA QUE LOS TUNOS NO DEBEN SEGUIR

Este es un documento que hace años compartió conmigo Roberto Martínez del Río, el dueño del Museo Internacional del Estudiante y miembro de la Tuna de Medicina de Salamanca. Parece ser uno de los primeros ejemplos de cómic ¿verdad? En este caso tenemos una historieta moralizante que nos relata la vida del Estudiante Borrascas.

Veamos de qué trata la narrativa: desde que nació el muchacho era revoltoso, entró como aprendiz de barbero y terminó quemando y cortando a un cliente. Luego su padre lo envía a la Universidad Cervera. Ahí Borrascas se entrega a una vida de vagancia, llegando a crueldades tales como hervir el gato de una "patrona" (quizá la administradora de la residencia estudiantil) o tirarle carbón caliente al borrico de un aldeano para romper los jarrones de carga. A la chica que quería le robaba vino, también se metía en grescas y reprobaba cursos. Nada le importaba y salía a correr LA TUNA. Un día se enamoró de una muchacha que conoció en la iglesia llamada Luisa. La cortejó, pero el padre de ella no quería que se vieran.

El documento muestra a Borrascas "haciendo volar palomos" de un palomar. Podríamos entender que quizá siguió con el vandalismo o tal vez se consiguió un trabajo, aunque esto no queda claro, pero ¿a qué se refiere esa expresión? En el siglo XIX, y desde mucho antes, era común tener palomares; es decir, estructuras destinadas a la crianza de palomas para consumo humano. Algunos se construían en áreas rurales y otros en patios o techos de casas de ciudad. Siguiendo algunas de las ideas planteadas por Daniel Schávelzon (2021), es probable que el declive de esta actividad fue provocado por la mejora de otras aves de corral. La crianza de palomas era una actividad barata, pero significaba varios problemas de salubridad para una ciudad, como el contagio de parásitos, enfermedades y el mal olor que provocaba la concentración de estos animales. Entonces ¿lo que hacía Borrascas era un trabajo? El Edicto del Ayuntamiento de Palma de Mallorca sobre la limpieza pública del 8 de mayo de 1833 nos dice que, por lo menos, era una actividad molesta y penalizada:
"Por cuanto son continuas las quejas de los perjuicios que causan á los vecinos los sugetos que se divierten en hacer volar los palomos, por transitar por los tejados de sus casas y tirarles piedras continuamente; se previene á todos los que los tengan que á la primera denuncia que se haga de estos escesos á los Alcaldes de barrio, les exigirán estos la multa de tres libras y las harán encerrar los palomos".
Debido a esta actividad de riesgo, Borrascas resbala y cae del tejado al tratar de agarrar una paloma, quedando muy herido. Bajo estas circunstancias, sus amigos de la residencia estudiantil lo cuidan. Aquí puede apreciarse un destello de virtud, pues pudiendo quedar abandonado, sus compañeros asumen su cuidado fraternalmente. Es importante notar que hay una iniciativa para enderezar su vida y para no reprobar se pone a estudiar. Es así que empieza a trabajar poniendo enemas en el hospital, pero este ascenso por la escalera de la virtud queda truncado, pues vuelve a los malos pasos al vender polvos y pomadas como charlatán.

Cuando se le acaba el dinero, Borrascas empieza a escribir "memoriales", una actividad que consistía en escribirle pedidos a los santos de parte de los aldeanos, ya que él sabía escribir. El poco dinero que tenía lo "invirtió" en jugar al billar para poder comer. Entregado al vicio, se vuelve un apostador compulsivo y termina matando a alguien que trató de hacerle trampa. La policía arresta a Borrascas y lo mete al calabozo, quien por "temor a lo que le va a pasar" se lanza a una letrina de donde lo sacaron cadáver. Y así murió el Estudiante Borrascas. 

No sigan los malos ejemplos queridos hermanos. La tuna es un arte y aunque requiere disciplina para poder cantar, tocar y presentar bien, no significa que deban seguir los malos ejemplos de quien se entrega a una vida de excesos. Robar, no estudiar, faltar a la palabra, entregarse a un vicio... Estas cosas solo les harán daño. Un ejercicio positivo del arte de la tuna inculca valores fraternales, disciplina o prolijidad en el arte (enamorarse de lo que hace uno), humor, inteligencia e ingenio. Se necesita orden en la vida para que cada cosa tenga su propio lugar y medida, en suma, para que cumplan con su tuna y con sus estudios. Al ingresar a la universidad, no solo pasamos el umbral de la casa del conocimiento, sino el de la adultez. Un hombre, cualquiera que sea, debe cumplir con sus compromisos sobre los que empeñó su palabra de honor. Los primeros, al menos los relacionados a la vida universitaria, son siempre hacia las obligaciones de estudio. Los segundos, si se profesa el arte de la tuna, son hacia la fraternidad, muy especialmente si los estudiantes son becarios gracias a la tuna. Lo que aprendamos, lo replicaremos en nuestra vida.

Menotti Cancellarius