Rapada "Estilo FIC" de la Universidad Nacional Federico Villareal |
Quién no ha de recordar cuando no hace muchos años los
amigos, familiares y en algunos casos los estudiantes de años superiores le rapan
el cabello al cachimbo, aquél chiquillo que recién había ingresado a la
universidad. Las novatadas bien llevadas, esas que tienen por objeto la
diversión, la risa y el buen humor como fin ulterior generan vivencias
imperecederas en la mente de todo universitario. Es un fenómeno universal que le
jueguen bromas a los nuevos, sea en la policía, en un comando de bomberos, en un
medio de comunicación o en un equipo deportivo. Es una manera ritual de
aceptación que conforma la identidad de los grupos humanos.
Las novatadas universitarias tienen muy antiguos
antecedentes. ¿Podría ser que la costumbre de rapar “cachimbos” date de la
época virreinal? Si partimos de que nuestras universidades son herederas de lo
que era costumbre en las europeas entonces no habría de extrañarnos su
antigüedad.
El Pablos de Quevedo fue "nevado" a su llegada por los estudiantes más antiguos en la Universidad de Alcalá |
El investigador Roberto Martínez del Río explica que
desde el siglo XV hay testimonios de este tipo de escarnio entre
universitarios. En la obra “Auto del repelón” dos pastores se cruzan en la
plaza a un grupo de estudiantes quienes a fuerza los repelaron, finalizando la
obra con un villancico que dice “el que
llega a bachiller luego quiere más pujar, mas quien no quisiere entrar a
estudio ni deprender (aprender), mira
si lo habrá en placer después de bien repelado, destojar (convertirse) en licenciado”.
En la Tuna de Comunicaciones, Turismo y Psicología tenemos
ocasión de disfrutar de diversas novatadas: la “serenata de los carebolsas”
donde se convoca a los novatos a demostrar sus habilidades musicales y armar un
show completo con sus cabezas cubiertas por bolsas de papel y cajas frente a
amigos y veteranos de la Tuna. Hasta hace poco hubo un show donde se requirió
que los nuevos se disfracen, debiendo de actuar como el personaje que
representaban sin decir palabra alguna, haciendo que los veteranos adivinen su
identidad. Aquellos que ganaban el reto podían eximirse de pasar por un
“callejón oscuro” que debía de atravesarse caminando hacia atrás. Obviamente
igual ganadores y perdedores pasaban por el callejón para no perderse de la
experiencia que siempre termina en risas y juerga.
La novatada universitaria, en términos generales, puede llegar
a ser algo entrañable; siempre y cuando no sea
una experiencia desagradable o devenga en algún tipo de abuso. He de confesar que a mí jamás me raparon el cabello
pero también diré que no sabía, cuando fui cachimbo, nada de lo que hoy he
escrito. Es comprensible que algunos jóvenes no gusten de estos ritos
pero deberíamos resaltar en nuestra sociedad el lado positivo de
una costumbre para que no desaparezca. Después de todo, no debemos buscar la
brutalidad de otros siglos pero rescatar lo bueno de la tradición antigua.
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